Por: Patricio Yánez

Docente Investigador

La extracción indiscriminada de madera, la tala excesiva de bosques para habilitar campos mineros o petroleros, la apertura de carreteras con poca planificación y el desarrollo de prácticas agrícolas inadecuadas origina, principalmente en los países neotropicales (entre ellos, Ecuador), la rápida pérdida de sus bosques naturales.

Este proceso de pérdida, perjudicial porque se necesita de cientos de años para que se recupere plenamente un bosque nativo y vuelva a llegar a su madurez, constituye el primer eslabón de una reacción en cadena de consecuencias negativas para la humanidad.

A través de diferentes procesos como la respiración, la fotosíntesis, la transpiración, las formaciones vegetales de nuestro Planeta (en especial las selvas) mantienen niveles adecuados de oxígeno, anhídrido carbónico y agua en la atmósfera. Estos procesos son abruptamente interrumpidos cuando los bosques son cortados, los cambios que se producen a raíz de ello afectan no solo al sitio en el que ocurrió tal tala: de hecho, sus efectos pueden sentirse u observarse también en otras latitudes.

Por diferentes procesos físico-biológicos, la tropósfera (capa más baja de la atmósfera) recircula de mejor manera los diferentes tipos de energía provenientes del sol cuando el suelo se encuentra cubierto por plantas (bosques); si tenemos un suelo sin cobertura vegetal esta recirculación se entorpece, la evaporación y evapotranspiración del agua utilizada por los sistemas biológicos disminuye y la formación de las nubes en la atmósfera no se produce. Finalmente; sin nubes sobre nuestras cabezas: la lluvia evidentemente escasea.

Asimismo, cabe mencionar que las plantas suelen reciclar algunos gases atmosféricos, especialmente el anhídrido carbónico (CO2) y oxígeno (O2), pero la cantidad que ellas reciclan está en función del tamaño de la planta: un árbol andino de nogal o de aliso (componente de un bosque con muchos más individuos arbóreos y arbustivos) recicla más CO2 y O2 que una planta herbácea de manzanilla en nuestro jardín (la cual es una entre varias plantas generalmente herbáceas en una huerta o jardín). De esta manera, cuando cortamos los bosques y los reemplazamos por cultivos herbáceos, arbustivos, jardines o zonas urbanas, estamos disminuyendo considerablemente la velocidad y la cantidad del proceso de reciclaje gaseoso.

Este cambio, entre otros factores de origen antrópico, contribuye al tan conocido acumulamiento progresivo de anhídrido carbónico (gas expulsado principalmente por las combustiones y por la respiración de animales y seres humanos) en la naturaleza y una disminución lenta pero gradual del oxígeno en la misma, gas indispensable para la vida.

Este aumento de anhídrido carbónico, gas no útil en la respiración, origina (junto a otros gases de efecto invernadero producidos y expulsados a la atmósfera por la especie humana) el tristemente célebre calentamiento global contemporáneo de nuestro Planeta.

Una gradual y progresiva escasez de lluvias y un aumento de la temperatura atmosférica exacerban procesos de desertización en diferentes puntos de la Tierra, siendo éstas algunas de las consecuencias indeseables del Efecto Invernadero.

De no tener o de no regular correctamente la explotación de los recursos vegetales silvestres de nuestro Planeta, en especial los de las selvas y bosques tropicales, la humanidad estaría supeditada a una profunda alteración de sus condiciones de vida, que ni los adelantos científicos ni tecnológicos podrían remediar.

Ante este panorama, urge utilizar más racional y sosteniblemente nuestros recursos naturales e igualmente desarrollar y utilizar fuentes de energía limpia (eólica, solar, otras), para reencauzar el rol de nuestra especie en nuestro Planeta: de una especie consumista y aprovechadora de recursos naturales a una especie que conviva con las otras del Planeta de una manera mucho más amigable y armónica que la actual.