Por: Patricio Yánez

Docente Investigador

A pesar de que la biósfera no conoce de barreras, me permito realizar una reflexión sobre una situación en particular: la de un país considerado entre los más biodiversos del Planeta o simplemente como un país “Megabiodiverso”: el Ecuador.

Hasta hoy y con dificultad, a partir del trabajo de algunos expertos nacionales y extranjeros, se ha podido determinar que nuestro país posee alrededor de 20.000 especies de plantas vasculares (un 9 % del total mundial), 1.610 de aves (un 16 %), 560 de anfibios y 450 de reptiles (8 %), 403 de mamíferos (9%), 951 de peces de agua dulce e intermareles (7 %) (ecuadorencifras.gob.ec) en un territorio que apenas alcanza los 283561 km2 de superficie terrestre (un 0,2 % de la superficie de todo el Planeta).

Evidentemente estamos pisando y viviendo en una de las zonas más ricas en especies del Planeta. Sin embargo, estamos sentados como una gallina sobre huevos de oro y no solo “sentados” si no que a cada momento destrozamos estos huevos a través de actividades “depredadoras” como el desarrollo de prácticas agrícolas y/o forestales inadecuadas, la explotación (con un enfoque generalmente cortoplacista) de los recursos mineros y petroleros, y un abuso en el aprovechamiento de la flora y fauna silvestres, todo lo cual acarrea consigo deforestación, erosión, transformación del paisaje natural y pérdida o extinción de poblaciones y especies silvestres nativas de diverso género.

¿Cómo contrarrestar y disminuir toda una serie de políticas de manejo que atentan contra la naturaleza? Hoy por hoy, se vuelve una tarea dantesca parar en seco a cientos, quizá miles, de acciones negativas contra nuestra riqueza biológica a lo largo de todo el país; pero, si al menos conseguimos disminuir la fuerza y velocidad de estas acciones en la presente década, podremos anunciar que el goce de observar y aprovechar de manera sostenible de esta riqueza podrá también ser de las generaciones que nos sucedan.

Para ello, deberemos llenar los vacíos de información que todavía tenemos en algunos grupos biológicos y en las comunidades y ecosistemas en los que se encuentran; asimismo, entrenar mejor a empleados gubernamentales y no gubernamentales, tales como guardaparques, investigadores, técnicos de organizaciones conservacionistas, encargados de museos naturalistas, herbarios, zoológicos, entre otros, para que puedan afrontar los graves, y a veces muy rápidos, problemas de conservación actuales.

Resultará, por tanto, necesario ejecutar programas de inversión pública y privada para conocer cualitativa y cuantitativamente mejor nuestra riqueza biológica y las formas de protegerla correctamente, mediante planes coordinados e interdisciplinarios de trabajo.

No debemos olvidar que el desarrollo de actividades de investigación y conservación de mediano y largo plazos en países neotropicales resultará importante no solo para ellos, sino también para el mundo entero: por el normal desenvolvimiento que tales actividades generarían en diferentes ciclos climáticos y biogeoquímicos tales como los del carbono, oxígeno, agua, entre otros, procesos ecosistémicos indudablemente importantes para el mundo entero.