La pandemia entendida como catástrofe en la salud pública del mundo, dejó ver muchas fragilidades y también virtudes, pero por sobre todas las cosas ha obligado que el sistema de salud del mundo entero revea normas y procedimientos para poder sobre llevar este evento, tanto en lo inmediato como en lo mediato.

Hoy hablamos de una nueva realidad y el aprendizaje para las nuevas generaciones tendrá que ser objetivo, de incalculable valor, con protocolos reales y fácilmente adaptables para enfrentar el supuesto no consentido de existir una nueva crisis.

En Odontología al igual que en cualquier especialidad médica también existen aprendizajes que no debemos olvidar, por ejemplo, está vigente la declaración de la OMS que menciona a la Odontología como la especialidad médica de más alto riesgo para la salud, desde el punto de vista de la contaminación.

Partiendo de este enunciado, todos los mecanismos de triaje y valoración de pacientes previo al contacto físico, tendrán que aprovechar la tecnología para la detección temprana de signos y síntomas que orienten al operador sobre posibles eventos de contagio, hoy ya existen detectores de calor con láser y aplicativos para celulares.

Queda claro que la bioseguridad como barrera de interrupción del flujo de contaminantes no es un gasto, es una inversión y siempre reflejará el compromiso profesional y ético que tienen las especialidades médicas y las instituciones de salud.

La nueva Odontología tendrá que ser ciento por ciento biosegura, simplificada y responsable con el medio ambiente.

 

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