Estudiantes de la Escuela de Medicina de la UIDE, como parte de una tarea de la materia de Oncología, impartida por la doctora Tania Soria, viajan a Apuela, una parroquia perteneciente al cantón Cotacachi ubicada en la Zona de Intag, en la provincia de Imbabura; para realizar una Campaña de Visibilidad sobre el Cáncer de Mama.

Conoce el testimonio de Enrico Galletti acerca de la experiencia:

Todos los doctores que dan clases en la facultad de medicina de la UIDE exigen a sus estudiantes un número determinado de deberes a lo largo del semestre. Usualmente consisten en leer algún elaborado artículo sobre el último grito de la ciencia. De entre todos los doctores, la doctora Tania Soria, profesora de oncología, es conocida por uno de sus legendarios deberes – el de las campañas de visibilidad. El deber es simple; la doctora divide a la clase en dos y reparte un tema a cada grupo, como cáncer de mama o de pulmón, y los grupos tienen que hacer una campaña de visibilidad sobre ese cáncer. No da ninguna instrucción adicional, pero deja muy en claro que exige excelencia.  

Es difícil saber cuándo comenzó a elevarse el estándar de ese deber. Lo único que sabíamos es que grupos anteriores lo habían hecho todo; desde cubrir las aulas en lazos de solidaridad hasta dar charlas en parques, desde visitar colegios hasta filmar documentales. Entonces, cuando nos tocó el tema de cáncer de mama, no nos quedó más que sentarnos a pensar. Después de todo, el cáncer de mama es una de las enfermedades más mediáticas del mundo. No existe ninguna corporación que no tenga su propia versión de la famosa campaña de auto-exploración. Incluso nuestra Virgen del Panecillo se ilumina de rosa el 19 de cada mes como parte de una política de prevención del cáncer de mama. Con eso en mente decidimos volver a nuestras bases, a la medicina preventiva del pasado en la cual los estudiantes viajaban a las comunidades remotas del Ecuador para hablar directamente con las personas sobre diversas enfermedades y cómo prevenirlas.

Durante nuestra planificación decidimos viajar a Apuela, un pequeño pueblo a tres horas de Quito que tiene una particularidad; sus campesinas, mayormente madres solteras o cabezas de hogar, pertenecen a una iniciativa social llamada “Café Mujer”. La idea de su proyecto es protegerse entre ellas para que su trabajo sea respetado y debidamente compensado. Habíamos encontrado a la población perfecta – un grupo de mujeres trabajadoras con poder de convocatoria. El siguiente reto fue planificar la charla que les daríamos. No queríamos agobiarlas con una larga e inentendible explicación sobre los mecanismos moleculares del cáncer, así que nos planteamos el reto de responder a todas sus dudas sobre el cáncer de mama sin usar un solo término médico.

Al llegar a Apuela nos encontramos con un modesto salón comunal repleto de toda clase de personas. Siendo un cáncer predominantemente femenino nos esperábamos una sala llena de mujeres de edad, pero ver a adolescentes e incluso a un par de hombres fue una verdadera sorpresa. La curiosidad de los presentes era evidente. Manifestaron sus dudas de inmediato. Si mi madre tuvo cáncer de seno, ¿también lo tendré yo? ¿Qué es metástasis? ¿Por qué se quedan calvas las mujeres que reciben quimioterapia? ¿Si tengo hijos después de los treinta me dará cáncer? Docenas de preguntas. Respondimos todo con ejemplos simples; hablamos de células como “los pequeños ladrillos que forman nuestro cuerpo”, y del cáncer como “una grupo de ladrillos mal hechos”, de quimioterapia como “medicina que ataca a todos los ladrillos del cuerpo, pero que solo se deshace de los que crecen rápido, como el cáncer y el pelo”. Fue una jornada extremadamente productiva que concluyó con una examinación del estado de salud de cada mujer y de consejos para llevar una vida saludable. Les ofrecimos un pequeño refrigerio y repartimos los lazos rosados de solidaridad de este cáncer con una sola condición; tendrían que explicar lo que habían aprendido sobre el cáncer de mama a cualquier persona que las viera llevando los lazos rosados. Las mujeres de Apuela nos prometieron que lo harían.